lunes, 11 de marzo de 2013

Divanazo número uno


A lo mejor sea una cosa buena… tal vez una puja del espíritu por escribir lo propio, por darle descanso o respiro a lo que escriben otros. En un principio lo sentí como culpa; una culpa que no reconoce su objeto, una culpa flotante, una culpa omnipresente, el pan de cada día del neurótico. Pero después se me antojó pensar, o al pensamiento, independiente, se le antojó aparecérseme -nos relacionamos con el pensamiento usualmente de una manera pasiva, o al menos con su germen; lo demás es carpintería de materia prima- Tal vez no se trate de darle alimento o luz a esa culpa que puja por allá. Tal vez se trate de la puja de una necesidad más elevada que la de simplemente satisfacer la necesidad de culpa y castigo sembrada quién sabe cuando, quien sabe dónde, quién sabe a cuento de que… 

Porque la necesidad era de escribir. Como en psicoanálisis. Una necesidad de "poner en la palabra" como dicen sus practicantes, y entonces abrir el sótano para sacar toda la basura, los trevejos de viejos sentimientos, para airear la hediondez de la mierda de criaturas nocturnas que habitan el sanalejo de nuestra pérfida infancia. Algo como soltar la loca de la casa… pero qué pereza que esa loca sea una loca quejumbrosa y adolorida. Mejor la loca creativa, la loca sensata, la loca poeta, literata… 

La loca sublimada de Freud. –debería hacerme el firme propósito de no abusar de la palabra Freud–. En principio pensé que debería hacerme el propósito de no volver a escribir la palabra ni de volverla a decir. Demasiado extremo. Demasiado neurótico profesor. Lo que hay que hacer es moderarla, dejarla salir de cuando en cuando para que respire, para que, exhibicionista, se muestre; para que satisfaga esa pulsión parcial herr profesor… porque esa ambición de expulsión absoluta es lo que caracteriza a cierto tipo de neurópata cuya categoría, por sentirnos incluidos en ella, evitaremos nombrar.  Sí. No a la expulsión absoluta. Sí a la expulsión relativa. Sí a la tolerancia de ciertas tendencias. Fue lo que nos enseñó el maestro. El maestro que es mil maestros: el histérico, el obsesivo, el poeta, el megalómano, el sabio, el chamán… porque todo eso eras, porque todo el mundo es todo, porque todos somos todo. También eso lo dijiste. Que nuestras diferencias eran de grado, no de sustancia. ¿Y por qué termino escribiéndote estas cosas si vos ya estás muerto? ¿Qué explicación tenías para eso?… ah Sí, el asunto del padre, la transferencia… 

Interesante eso de escribir a un muerto viejo… ¿El tributo al padre de la horda primitiva?… debería haber tipificada un tipo de obsesión relativa a pensar sobre el padre del psicoanálisis, así como hay fobias específicas; una especie de freudofobia pero en clave de obsesión: una freudsesión… freudobsesión… En fin… creo que por hoy está bien. Nos vemos la semana entrante. Son setenta y cinco mil pesos.